La naturaleza del saber del trabajo ha merecido poca atención de los
educadores,afirma el autor. Antes bien, estos tienden a desarrollar cierto
encantamiento con los conocimientos científicos y a dejar a un lado el
saber-hacer de las técnicas características de saberes productivos que resultan
en obras. De esto se derivaría la persistencia de ciertos pares, como Teoría-práctica, o
concepción-ejecución y, lo que es más relevante, la atribución de mayor valor
al primer componente. O, lo que es igual, la subordinación del “saber cómo” al
“saber qué”, la práctica como mera ejecución sin valor epistemológico propio.
El hacer como mero gesto imitativo desprovisto de inteligencia.
Sería un error considerar que estas reflexiones sólo interesan en ámbitos
abocados a discutir sutilezas epistemológicas. Por el contrario, asumir primero
la existencia de tales pares y, segundo, adoptar acríticamente la subordinación
de un término al otro, tiene consecuencias directas sobre la planificación,
diseño, ejecución y evaluación de acciones formativas. Y la cadena de efectos
parece continuar, de acuerdo a la evidencia disponible y en la rica y
vivencialmente expuesta en este trabajo, impactando tanto sobre la calidad de
los aprendizajes como sobre la motivación de los participantes.
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